Las mujeres viven comparando su cuerpo con el de otras mujeres, en especial el tamaño y forma de sus pechos. Esto lo sabe todo el mundo, no impresiona a nadie, sobre todo porque la apariencia de los senos es algo bastante evidente y está a simple vista. Con los hombres sucede algo muy similar, con la salvedad de que ahora estamos hablando de penes, los cuales están casi siempre ocultos. Para un hombre, su pene es algo muy privado y también la parte más emocionalmente vulnerable de su cuerpo. Basa una gran parte de su autoestima en la apariencia y desempeño de su miembro. Por lo tanto, abordar el tema de la comparación de penes entre hombres no es algo fácil ya que incomoda hasta al varón más seguro de sí mismo.
Cualquier varón recordará esa época de niño, cuando se la pasaba comparando su miembro con el de otros compañeros de colegio, en las duchas, después de gimnasia. En ese entonces, era algo absolutamente normal, y nadie se avergüenza de ello. Sin embargo, casi ningún hombre adulto va a ser lo suficientemente asertivo para reconocer que aun sigue teniendo la misma curiosidad de chico. Es muy difícil que confiese que todavía tiene un interés natural en ver penes para compararse con otros, por una simple necesidad de validarse como ser masculino, de confirmar su valor como hombre y ente sexual, y de corroborar que “no está tan mal después de todo”.
En la realidad sucede que todos miran en duchas, camarines y saunas pero nadie lo acepta públicamente.
El problema de esta sociedad en que vivimos, es que hay un rol de “macho” muy limitado, donde ser “hombre” se define más por lo que “no” se debe hacer en lugar de fomentar lo que “sí” se debe hacer. Hay un miedo irracional de los padres a que su hijo varón se vaya a convertir en un “maricón”. Ese mensaje se siente muy fuerte, y este temor inevitablemente se transmite hacia las mentes masculinas en formación, lo que produce finalmente hombres rígidos, inseguros, intolerantes y poco espontáneos. Varones que no son capaces de aceptar su humanidad con naturalidad, y que esconden y eluden ciertos temas, por pura ansiedad reprimida. Son muy pocos los que están dispuestos a hablar abiertamente sobre sus percepciones respecto al tema de la circuncisión. Pero eso no es lo común. En general, la mayoría tomará una actitud al estilo: "¿de qué me estás hablando?", con el ceño fruncido y una cara de "¡ubícate, no seas pervertido!". En el fondo, eso es pura inseguridad y cobardía. Al contrario, hay que ser muy "hombrecito" para enfrentar y hablar de estos temas. Si los evitas, entonces queda claro que tienes miedo, o eres ignorante y/o prejuicioso. No es arriesgado pensar que, aproximadamente, 9 de cada 10 hombres tiene una preocupación interna y esta conciente del tema, pero NO LO HABLAN por mantener las apariencias de "macho-latino" y por miedo a ser tildado de depravado o de “raro”.

Cualquier varón recordará esa época de niño, cuando se la pasaba comparando su miembro con el de otros compañeros de colegio, en las duchas, después de gimnasia. En ese entonces, era algo absolutamente normal, y nadie se avergüenza de ello. Sin embargo, casi ningún hombre adulto va a ser lo suficientemente asertivo para reconocer que aun sigue teniendo la misma curiosidad de chico. Es muy difícil que confiese que todavía tiene un interés natural en ver penes para compararse con otros, por una simple necesidad de validarse como ser masculino, de confirmar su valor como hombre y ente sexual, y de corroborar que “no está tan mal después de todo”.
En la realidad sucede que todos miran en duchas, camarines y saunas pero nadie lo acepta públicamente.

El problema de esta sociedad en que vivimos, es que hay un rol de “macho” muy limitado, donde ser “hombre” se define más por lo que “no” se debe hacer en lugar de fomentar lo que “sí” se debe hacer. Hay un miedo irracional de los padres a que su hijo varón se vaya a convertir en un “maricón”. Ese mensaje se siente muy fuerte, y este temor inevitablemente se transmite hacia las mentes masculinas en formación, lo que produce finalmente hombres rígidos, inseguros, intolerantes y poco espontáneos. Varones que no son capaces de aceptar su humanidad con naturalidad, y que esconden y eluden ciertos temas, por pura ansiedad reprimida. Son muy pocos los que están dispuestos a hablar abiertamente sobre sus percepciones respecto al tema de la circuncisión. Pero eso no es lo común. En general, la mayoría tomará una actitud al estilo: "¿de qué me estás hablando?", con el ceño fruncido y una cara de "¡ubícate, no seas pervertido!". En el fondo, eso es pura inseguridad y cobardía. Al contrario, hay que ser muy "hombrecito" para enfrentar y hablar de estos temas. Si los evitas, entonces queda claro que tienes miedo, o eres ignorante y/o prejuicioso. No es arriesgado pensar que, aproximadamente, 9 de cada 10 hombres tiene una preocupación interna y esta conciente del tema, pero NO LO HABLAN por mantener las apariencias de "macho-latino" y por miedo a ser tildado de depravado o de “raro”.
esta es la forma de reconocer las emfermedades de las partes intimas de un hombre.
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